miércoles, 10 de enero de 2007

LA MANICURE

María Graciela Bastardo



Cuando las conocí, estaban siempre calladas cortando cutículas, pintando, echando brillo, concentrándose en modelar uñas, y convertir en motivo de coquetería eso que tanto nos animaliza, materia incomprensible, que crece y crece hasta después de nuestra muerte y que podría crecer en espirales largísimos sino existiese nuestra Cultura. Qué piensan las manicuristas allí tan calladas, pero un día se dejaron de callar y me agarraron confianza cuando quedaba sólo yo en el local, entonces supe de los barrios donde viven, de los autobuses que tienen que abordar para llegar a casa, del agua que se mete cuando llueve, del novio que cela, del novio que no llama, del esposo de toda la vida y también las oí burlarse de sus clientes, porque las clientes hablan como si a ellas les interesara que el esposo trabaja hasta tarde, que el hijo estudia en el exterior, y que la casa les da un trabajo horroroso porque quién controla a una servidumbre que hace lo que le da la gana. Y las clientes que trabajan hablan de informes, proyectos, reuniones, viajes de trabajo, y ellas asintiendo, sí, no puede ser, pero ese jefe suyo, francamente, y por el otro lado la señora Marta, que tiene rato ufanándose de su rebeldía para con los médicos, que ella no guarda reposo, que ni loca se queda encerrada en su casa, va y con su cara pálida y los labios moradísimos, vomita sobre la mesita, los utensilios y qué pena mijita, pero es que yo me sentía tan bien esta mañana, llama a mi hijo y su hijo en una reunión de trabajo, entonces no te molestes, yo me voy solita o llamo a la Beba para que me venga a auxiliar, porque uno los pare y los educa y les da lo mejor para que les salgan a una con esto, no hay derecho.

Y una ve a las manicuristas tan calladas que pareciera que ni se conocieran pero no, si una se fija bien miradas van y miradas vienen cuando mojan la brochita del esmalte, cuando cambian de mano, de uña, del cortacutícula a la lima, de la lima al palito de madera, del brillo al esmalte y del esmalte al secador, levantan levemente la cara y a mirar se ha dicho y a decirse mirando. Y cuando se quedan solas entonces ¿escuchaste las groserías que decía esa niña hablando por teléfono?, porque si una habla así, una es niche, tierrúa, vulgar, pero las dice esta niña, y es una pava bella, qué simpática, qué desenfado. Pero las manicuristas nada que sueltan prenda, ni siquiera cuando le suena el celular, y dice con la voz quebrada está bien, yo sé que eso iba a pasar y empieza a llorar en pleno esmalte rojo, permiso, ya vengo, y la cliente espera y espera, y cuando llega con la naricita roja, la cliente, que le acaba de contar media vida, no pregunta nada y la manicurista no dice, no cuenta lo que sucedió. ¿Te imaginas si es algo de eso que sucede en los cerros?, le mataron al hermano, le maltrataron a la hija, botaron al esposo por borracho, la tía se murió de tanto esperar en un hospital inmundo, el rancho se derrumbó, qué puede decir una, si una nunca ha pasado por algo tan de barrio, tan normal en esos cerros como la manicure semanal de nosotras, como una uña que se parte, qué estrés, dame una cita de mantenimiento. Nadie dice nada mientras ellas se miran más que nunca. Las cutículas de las clientes tiemblan, saben que algo terrible va a pasar, los esmaltes y los brillos se desbordan, las acetonas se derraman en las bocas, traguen desgraciadas, los cortacutículas propinan cortadas profundas en las espaldas, las limas y las piedras pomez se frotan contra las pieles más delicadas, los palitos de madera se clavan en los ojos hasta que la manicurista de la nariz roja y acontecida saca un algodoncito blanco en señal de alto el fuego, ya están todas muertas, ahora tenemos que deshacernos de los cuerpos, limpiar la sangre, cambiar las toallas, el agua del remojo, desinfectar los utensilios porque ya llegó la próxima cliente.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Chelita:

"y a decirse mirando", en este mundo de ciegos de realidad.

Besos

F.

Israel Centeno dijo...

Cehela, esa mirada que narra es engañosa; parece pendular; a veces trasversal y en otros casos vertical, priva de la perspectiva lateral. El lector - en mi caso así pasó- no tiene alternativas: debe estar allí, cercenando esa realidad mínima y trágica como Las Orestiadas.

Israel Centeno dijo...

* O como si se tratase de Las Orestiadas; te felicito por el portento.

Maria D. Torres dijo...

Excelente. A veces me siento manicurista asesina cuando escucho las barbaridades de las que hablan las otras señoras en la peluquería, por eso casi nunca voy.

Ophir Alviárez dijo...

En mi rincón las manicuristas hablan en vietnamita, sonríen como poseídas y se cuentan las historias de ellas mientras las clientas nada asiduas como yo, aprovechamos el "ruido" de un tercer idioma para dejar que los pensamientos se desboquen y los 25 $ de la "misión" escapen con ellos...

©Javier Miranda-Luque dijo...

el próximo 27 te quedrás atrapado en el ascensor