miércoles, 10 de enero de 2007

LA LLUVIA ES UNA SORPRESA Y UNA MUJER CON TEMORES A NADA

Clavel Rangel



La lluvia es una sorpresa y una mujer con temores a nada, como si el cielo hubiese parido un contoneo de agua conjugada en el verbo mujer. Con caderas de rocío, temple de palo de agua, boca de aguacero y cintura de estruendo amenazando con derrumbar paredes. En estas tierras del sur no se tarda mucho en hinchar la panza y dar de comer a mamíferos en busca de pecho. Desde acá, en pleno oriente, el cobre y el mineral pintaron su piel cual guerreras de un país con muchos nombres, con muchos orgullos pero fértil para ser mísero.

Sobra la fémina con olor a albahaca y pimienta. La llovizna como riqueza de enero que aparece deprisa, lenta, gruesa, delgada, devastadora, próspera, salvaje, en todas sus caras siempre aparece hembra. Un verbo y sustantivo que se fusiona fácil. Alto calibre que desea crecer a los trece, agudizar los senos, amortizar el flanco, deshilachar el sexo para encontrarse hermosa y grande, consumada temprano con comparsa de pretendientes a la vuelta de la esquina. Sobra el chaparrón, la hormona y la mujer acomodada en todas sus formas.

La lluvia es un bien encaprichado en temporada, lujo de mediodía, joya en la noche, placer de abril. Cuando el calor teje techo en la ciudad, se ponen ociosos los labios y es más fácil concebir células sin apellido. La mujer de este suelo tiene el genio del diluvio, que se acurruca en el techo, castigadora en la ventana, sublime en el rocío, como la madre y la hermana concentradas en una figura abstracta pero concisa a su vez. A veces de hombres con poco rostro, y una decencia que se asume sin explicaciones y en ausencia de vergüenzas.

Se exceden en instinto cuando se agolpa la noche y quedan pocas nubes para contárselo todo. Faltan los grillos en un precipicio de agua sin temor a aterrizar y unas cuantas hormonas para perfeccionarlo todo. En el vértigo de estas calles las niñas no aguantan alzarse en tacones, alborotarse el cabello, rellenarse los labios de fucsia y reventarse el cuerpo; se les acaba el tiempo por crecer, sostenerse en madera y coleccionar teléfonos. Se les acusa de ser entregadas en quincena como si el temperamento del vientre tuviese hora, no se puede ser culpable de incurrir en excesos en pleno palo de agua apaleando la espalda. Me recuerda a las historias de las novelas de las 3.

Hace poco se apoderó el ruido y la niñez es más difícil para las muchachas de la cuadra, le cuchichean los oídos, se dibujan los ojos con pintura negra para crecer grande con máscaras de ciudad. Guayana es un rincón de tesoro, pezones eclipsados, aluminio, bumba y grandes deseos entre dos ríos. Poco llueve la esperanza y los rincones de paz para progresar, se subestiman los estantes aglutinados de muñecas cuando es más grande el sueño de ser mujer.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y en medio de la lluvia, inmune al aguacero, afortunadamente, levanta su cuello delicado pero ufano un calvel

©Javier Miranda-Luque dijo...

el próximo 27 te quedrás atrapado en el ascensor