miércoles, 10 de enero de 2007

POR AMOR Y LOS EXTRATERRESTRES

Kira Kariakin


(Ilustración de Giger)

Se sentía miserable. La cuaima de la jefa la tenía al borde y para remate su novio le decía que tuviera paciencia y le jalara bolas, para que no la siguiera jodiendo.

Entró echa un guiñapo. Pero al aspirar el olor inconfundible del tinte mezclado con los de champú y crema de mano, sintió alivio. El cuerpo se le relajó al escuchar el quejido ronco de los secadores de pelo y ver a la multitud de mujeres reunidas en lo mismo que ella se disponía a hacer. No había nada mejor para exorcizar la frustración, las preocupaciones, los malos polvos, las sospechas de cuernos, los abusos del jefe/marido/novio que una peluquería, ni tampoco sitio mejor dónde echárselas de los éxitos, los buenos polvos, los cuernos montados al otro, y lo maravilloso que es el jefe/marido/novio. Unas buenas sesiones de manicure y pedicure, el corte de pelo ideal y una cotorra con el peluquero, mientras te soba la cabeza y el cuello poniendo en duda su homosexualidad evidente, pueden con todo en la vida.

Y con esas reflexiones existenciales, Marucha que llegó sin cita, se le acercó a Paolo por detrás y le preguntó al oído que cómo andaba de ocupado. Paolo se volteó levemente al tacto y le dijo que estaba full pero que por ella, su reina, le abría un huequito.

Mientras esperaba decidió hacerse la manicure y solicitó a Coromoto que era la mejor. Estaba de suerte, porque después de la señora que estaba terminando, Coro no tenía a más nadie hasta en una hora y media. Coromoto era habladorcísima, pero le echaba un ingrediente misterioso al aceite con azúcar para el escrúb que dejaba las manos suavecitas durante varios días y para lo cual valía la pena calarse la cháchara.

Coro tenía la cara larga ese día y andaba medio seria. Qué raro. Al preguntarle, la Coro, en medio de un suspiro, le dice que Paolo se va de la peluquería. Marucha sintió que se caía de la silla.

-¡¿Cómo que se va?!
-Pues sí, parece que a su empate, el de la petrolera, lo pasan a Maturín. Él tenía dudas, pero recibió un mensaje de los extraterrestres que le dijeron que saliera de Caracas, porque aquí iba a pasar una tragedia en el futuro y eso lo convenció.
-¡¿Cómo?! ¡¿Empate, cuál empate?! ¡¿Y qué es eso de los extraterrestres?!

Marucha no podía con la noticia. Pensaba que conocía a Paolo. Llegó a fantasear incluso que el tipo no podía ser gay de lo bueno que estaba. Él le pasaba los dedos suavecito por el cuello, le preguntaba al oído si le gustaba… el corte y a ella se le erizaba todo el cuerpo. Y el tipo lo hacía con esa sonrisita sádica en la cara, la de soy un caramelo y no me puedes chupar.

-¡¿Cómo es eso de lo del empate?!- repitió.
-Bueno, nada, eso. Yo pensaba que tú sabías, como te la pasas secreteando con él. Parece que lo conoció en una fiesta de ambiente. El tipo anda todavía en el close por su cargo en la compañía. No estamos ni siquiera seguras de que trabaje en la petrolera. Ese era el misterio con el que andaba siempre y por eso hasta llegamos a pensar que no era gay, sino que se las daba, por la peluquería. Y de repente ayer, cuando llegamos en la mañana lo encontramos todo lloroso y nos contó todo. Que su pareja se iba para el interior y que él se iba siguiéndolo porque era el hombre de su vida y que montaría una peluquería propia allá. Y nada, eso es todo. Por eso andamos todas con cara de trauma. Paolo es el que trae las mujeres al negocio porque Nino sólo consigue viejas que le gustan los moños y cortes tradicionales y además el es estrei. Y eso no es bueno para el negocio. Y…

Marucha ya no oía más nada. No podía creer que Paolo se fuera. Y se sentía una imbécil porque nunca se enteró de lo del empate. Y mira que hasta habían salido juntos a rumbear por allí. Se hicieron amigos cuando le llegó un día desgarrada porque había descubierto que Fernando, el novio de esa época, le había montado cachos. Paolo no sólo le escuchó todo el cuento y la consoló sino que ese día le cortó y la peinó como nunca. Tan bien, que cuando se miró al final en el espejo se convenció de que Fernando era un idiota y no sabía lo que se perdía. Y desde ese entonces la peluquería y las manos de Paolo eran su reducto de reafirmación personal.

-Ya va, Coromoto, pero y ¿cómo es eso de los extraterrestres?
-Bueno, tú sabes, ¿no? Del grupo este que se reúne en un lugar secreto en el monte, donde bajan los extraterrestres y les dicen cosas. Paolo tiene años en ese grupo y en la última reunión le insistieron que se fuera de Caracas, porque aquí en el futuro no había sino tragedia y cosas malas para él. Él no quería irse por el negocio, pero ellos siempre le decían lo mismo en las reuniones. Así que cuando su novio le dijo que se iba y que quería que lo siguiera para mantener la relación, no lo pensó más. No es que van a vivir juntos ni nada, por lo de la posición de él. Pero Paolo no se queda aquí. Se va.

Lo de los extraterrestres, la cortocircuitó. Pensaba que conocía a Paolo. Pero ahora se percataba de que Paolo era el que la conocía a ella. Jamás escuchó una confidencia que viniera de él, pero ella vertía las suyas mientras la peluqueaba atesorándole la cabeza entre las manos. En todos esos años nunca supo lo de los extraterrestres ni lo del amor oculto de Paolo. Se sintió burlada y estafada. Traicionada.

Cuándo le tocó su turno con él, no se sentó. Lo abrazó y le dijo que había sido el mejor peluquero de su vida y que siempre lo sería, al mismo tiempo que le daba un beso en la mejilla. Se separó un poco, bajó una mano y le evaluó el paquete entre las piernas. Paolo se quedó de una pieza. Sacado el clavo del alma, Marucha lo soltó y llorando salió del local. Tenía que irse con urgencia a encontrar otra peluquería.

2 comentarios:

Desde La Barra dijo...

Sólo cuca salva!!!!!

©Javier Miranda-Luque dijo...

el próximo 27 te quedrás atrapado en el ascensor